El que no tenga memoria, que se haga una de papel.




Nunca me he valido de una agenda para seguirle la pista al transcurrir de la vida. Jamás he rellenado los apartados alfabéticos con los datos de mis conocidos, y es raro que me tome la molestia de apuntar una cita o un pendiente. Si llego a hacerlo, no acudiré o resolveré el asunto en cuestión por haberlo visto escrito en una página, porque no tengo el hábito de revisar una libreta. Siempre he confiado en mi memoria, ese sistema mental que hace relaciones numéricas y encuentra referencias que sólo tienen sentido para mi cabecita loca, ese tía regañona que sirve como una especie de alarma de despertador que recuerda eventos importantes. Ese cascabelito que siempre había evitado que me olvidara de cumpleaños, fechas de pago y, antes de que dependiéramos de las agendas de los celulares y de la opción de discado automático, también de los números telefónicos de cualquier persona a la que le tuviera que marcar más de una vez.
Me gustaba pensar que aprendía las cosas tal cual reza la expresión en inglés by heart, es decir, que retenía la información no con la cerebro, sino con el corazón. Para que lo anterior no se entienda como cursilería, lo que quiero implicar es que recordaba asuntos por gusto y no por obligación.
Estoy refiriéndome a tal cualidad en tiempo pasado pues los últimos días he sentido que estoy perdiendo esa facultad. Con esto de que "ahora soy mi propia empresa", que vivo en una casa de la que soy la principal responsable, y que cuido de otra existencia (pequeñita en dimensiones pero enorme en significación), estoy empezando a pensar que es hora de cargar con un cuadernito para anotar todo lo que no debo pasar por alto. (Y sí, quiero papel y tinta. Mi móbil tiene una aplicación para cualquier menester de este tipo, pero por alguna razón, ni la lista del súper me gusta elaborar ahí.)
Atribuyo mi incipiente pérdida de memoria no sólo a mis múltiples ocupaciones. Quiero creer que es también porque estoy estoy iniciándome en el ejercicio de utilizar mi capacidad craneana para almacenar sensaciones y no datos.
Estaba dándole vueltas a mi teoría cuando me topé con esta nota, que no sólo habla de la ventaja de documentar la vida para fines prácticos sino también como referencia biográfica. Resulta que escribir las cosas es muy recomendable y, como apunta de manera metafórica, ayuda a aliviar nuestra "memoria RAM" y así bajan nuestros niveles de estrés.
La vida es aquí y ahora, y si transitando por ella voy a cargar con algo, prefiero que sean experiencias, imágenes y nociones, no datos y números. Que esos últimos se queden en el papel para cuando los neesite, que yo prefiero andar más livianita por ahí.

Read Comments

1 comentario:

..::Erika janet::. dijo...

Padrisimo que decidas anotar! yo tengo esa costumbre desde pequeña, comenzó cuando escribía en mi diario y en la agenda de tareas y se me ha quedado, el diario es para mi como el respaldo de mi memoria tengo muchísimos! (no he dejando de escribir desde los 9) me alegra hasta el llanto leerlos alguna vez, son aun mejores para mi que las fotos.
Las agendas telefónicas no son mi fuerte.. pero he decidido hacer la mía lo mas pronto. Suerte con tus datos!