Mineral del Chico



Como seguimiento de esta remodelación que pareciera nunca culminará, habíamos postergado en varias ocasiones un trabajo de carpintería que haría imposible estar en casa durante un par de días. Sin más remedio que abandonar el confort hogareño y citadino por el fin de semana, me puse a planear un viaje exprés que, por su carácter inesperado y no presupuestado, debía ser a un lugar cercano, lindo y muy barato. Después de preguntar entre la gente más cercana y de una exhaustiva investigación en internet, el ganador fue Mineral del Chico. Al igual que la gran mayoría de ustedes, yo no tenía idea en dónde estaba eso ni qué se podía hacer ahí.

Les dejo el link y les aseguro que si algún día deciden ir, no se arrepentirán. A mí hasta me gustó para vivir ahí ... ¡cuando me retire!


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Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa...


Cuando una se dedica a su casa, parece caerle encima todo el peso del sentimiento más enfadoso de la tradición judeocristiana - por eso yo ya me estoy interesando por el budismo, en el que tal concepto no existe: la culpa.
Sintiéndonos bajo la lupa de las leyes de este dios moderno al que llamamos sociedad, los motivos para experimientar remordimientos de conciencia son múltiples y las manifestaciones ominipresentes: en el aspecto económico, (porque no estamos administrando el gasto familiar tan bien como podríamos), en el de la alimentación (porque no estamos cocinando y/o comiendo tan sano como deberíamos), en el emotivo (porque nuestras múltiples responsabilidades no nos dejan pasar suficiente tiempo de calidad con el marido, los hijos, los padres, los hermanos o las amigas), en el físico (porque no estamos haciendo ejercicio o descansado lo suficiente para rendir mejor), en el higiénico (porque no estamos comprando los productos de limpieza más esterilizantes del mercado), en el social (porque estamos haciendo otras cosas mientras otra pobre mujer nos ayuda con la limpieza del hogar), en la educación (porque dudamos de estar formando a nuestros hijos "perfectamente"), en lo profesional (porque "¿En dónde quedó mi carrera?"), y así la lista puede seguir unos cuantos renglones más, pero creo que ya tengo un punto.
Quizá (sólo quizá), yo soy la única ama de casa neurótica que experimenta esto, pero sospecho que no. Y es que es sólo natural que pongamos tanto interés y preocupación en lo que hacemos, que suframos mucho más intensamente cualquier inquietud que pudiésemos haber llegado a sentir al realizar algún proyecto en el ámbito laboral: ahora es nuestra vida, nuestra familia, nuestra casa lo que está en juego.
Lo gracioso es que ninguna de nuestra decisiones puede tener repercusiones tan rotundas como imaginamos pero si no nos preocupásemos, ¿qué tipo de ama de casa seríamos? Una jefa de hogar relajada, pero a esas generalmente se les llama "fodongas" y ninguna de nosotras quiere ser tachada de tal cosa.
Pareciera que nunca estamos conformes. Si estamos tiempo completo en una oficina la culpa se presenta por sentir descuidamos la casa y la familia. Si nos dedicamos únicamente al hogar y a los niños ni el esfuerzo más grande y mejor intencionado es suficiente, y el desasosiego aprovecha cualquier huequito para instalarse. El estudio linkeado arriba sugiere que una posible solución son medias jornadas, pero sé de buena fuente que no es así. Lo mejor es no tomarse tan en serio el papel, jugar a que todo lo hacemos De entrada por salida y disfrutar los beneficios de ser multifacéticas. ¡Ya hubieran querido tanta versatilidad nuestras abuelas!

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De lo que uno se entera...


Una flor de col adorna mi cocina. Ya había notado que tenía unos puntitos blancos, pero nunca se me ocurrió que se tratara una plaga. Parecía más bien parte de la textura de la hoja. Fue Margarita la que me hizo ver que eran "pulguitas", y se las quitó lavándolas. El electricista que estaba trabajando en el antecomedor, escuchó nuestra conversación y me preguntó si le "permitía un atrevimiento". Sólo quería recomendarme que, si quería librarme de bichos, con tener un crisantemo por aquí y por allá bastaba, pues resulta que antes de dedicarse a lo que hace ahora, trabajó mucho tiempo en control de plagas. Confirmé el dato aquí. Qué bueno saberlo, ¿no?

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El libro


Aquí les dejo la dirección correcta del libro al que hice referencia en mi text Pare de sufrir en vista de que cometí un error y cuando querían verlo las enviaba a la imagen del post. El libro se llama:

Happy Housewives: I Was a Whining, Miserable, Desperate Housewife--But I Finally Snapped Out of It...You Can, Too! de Darla Shine.

y se puede leer en este link en versión PDF. ¡La maravilla de estos tiempos!

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El síndrome del yo-yo


Otra vez siento que ruedo. Mis "michelines" desbordándose de la cintura del pantalón (porque de la mía ya no hay ni rastro), la papadita hereditaria que ya se parece más a la de un pelícano y los mofletes protagonistas de toda fotografía reciente no me dejan mentir. A dos años y medio del nacimiento de mi niño, ya no puedo culpar al embarazo de mi excedente de peso. Hace exactamente un año estaba igual, y con la perspectiva de las vacaciones en la playa empecé a ir con una nutrióloga. Atendí con regularidad por algunos meses, bajé lo que tenía que bajar, me dejé de cuidar y ahora estoy igual que al principio. Lo que acaban de leer no es algo nuevo, de hecho podría afirmar que es la historia de mi vida. Si bien no tengo duda de que se trata de algún tipo de desorden alimenticio, estoy convencida que más que una nutrióloga necesito terapia psicológica. ¿A quién creo que engaño cuando me empiezo a "portar mal"? Estaba decidida a volver con mi asesora de cabecera pero ya decidí que lo tengo que hacer sola de una vez por todas. Para ello me apoyaré en este blog que les recomiendo muchísimo. Así que para no fallarle al lugar común del lunes, aquí vamos, ¡a empezar la dieta! Y un poco de ejercicio tampoco me vendría mal...

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¡Pare de sufrir!


Esto no es una propaganda religiosa, es una invitación a disfrutar lo que haces, que, si me estás leyendo, muy probablemente que tenga algo que ver con ser ama de casa (aunque se aplica a cualquier ámbito). Y no lo digo de dientes para afuera, ni porque estas líneas las vaya a leer mi mi marido, ni para quedar bien con mis amigas que también se dedican al hogar, ni con aquellas que siguen trabajando. Esta es una afirmación desde una fuerte convicción de que mi tarea actual es un gran privilegio, sobretodo habiendo tenido anteriormente grandes satisfacciones profesionales.
Este post una invitación a cambiar de actitud ante la vida, porque pareciera que siempre estamos añorando lo que fue o lo que todavía no es. En el caso de las que ahora damos prioridad al cuidado de nuestros hijos, podría ser la eterna añoranza de la carrera perdida, de la maravillosa nómina quincenal, de la flamante oficina o del espectacular puesto que estaba impreso en unas elegantísimas tarjetas de presentación. También podría ser un futuro que ahora se vislumbra muy lejano en el que pudiéramos tener más tiempo personal o "regresar a ser esa que era yo".
Mi intención no es ponerme en el pedestal de un ser superior, ni de mujer abnegada, pues muchas veces suspiré con desesperación por lo anteriormente descrito, y sigo haciendo tremendos berrinches por tener que realizar algunas labores propias del hogar. También sigo lamentando muchísimo sentir que no tengo tiempo para mí. Sin embargo me he dado cuenta que tener esta oportunidad de cuidar a mi niño y de mi casa es algo valiosísimo, y que como tal lo asumo y lo disfruto. Reconozco que para llegar a gozarlo aún más (y sobretodo si quiero seguir con mis "chambitas" que me hacen sentir algo-más-que-una-ama-de-casa) necesito mucha organización y uno que otro consejo como "No te lo tomes tan en serio". Por eso me puse a buscar bibliografía y encontré este libro que promete darme valiosísimos tips. Así nada más de ver el índice, me doy cuenta que ya hay puntos que tengo muy claros, pero que no está de más recordar. Esa es la cosa de los temas de superación personal, que todo mundo dice que son verdades evidentes pero que ojalá las tuviéramos más presentes. Si lo leen, me dicen qué opinan. Yo ya lo empecé.

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Mente de principiante



La primera vez que preparé un arroz no tenía idea cómo hacerlo. Pregunté, me dí a la tarea, cuidé los detalles y obtuve un resultado aceptable. Mis intentos subsecuentes han sido todos y cada uno de ellos un desastre. Le he dado vueltas al asunto y después de repasar medidas, condiciones y características de los recipientes, he llegado a la conclusión que mi problema fue mi actitud, creer que ya sabía. Estar convencida de que era muy sencillo y que ya dominaba el procedimiento y ¿saben qué? Ni la abuelita más experimentada, ni el mejor cheff del mundo puede darse el lujo de esa postura porque la cocina (como la vida) es tan caprichosa que siempre da sorpresas.
Ayer me presentaron este concepto, que en el Budismo Zen se llama Shoshin. Se refiere al ideal de mantener siempre la emoción por el inicio de algo, e implica sinceridad, modestia, humildad, franqueza, paciencia y sacrificio. Lograr y mantener esta disposición es muy difícil, pero a cambio se pueden obtener tantas posibilidades como las que ofrecería el viaje en el tiempo, pues para quien lo practica, cada oportunidad representa un nuevo comienzo.
Así que ahora tengo ganas de imprimir la representación caligráfica de esta idea para tenerla en mi mesa de noche, y verla al despertar y antes de dormir para nunca olvidarla, para iniciar cada actividad y todo nuevo día con la actitud de un niño que está descubriendo el mundo. No está demás para cualquiera, pero para mí que soy una impaciente por naturaleza, me parece casi tan necesaria como si fuera una prescripción médica.



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Es la hora



Lo que realmente es el lema del Mundial Sudáfrica 2010 pareciera una sentencia para novias y esposas. Hoy muchas mujeres se quedarán "viudas" o volverán a ser "solteras" durante un mes. Otras empezarán a tramitar los divorcios. Perderán a sus parejas en aras de una competencia que no tiene que ver con otra fémina.Y es que si a los hombres les preguntan durante una Copa Mundial qué prefieren, si el fútbol o la compañía de su novia o esposa, la mayoría se decidirán por la primera opción. Yo no entiendo por qué una cosa tiene que estar peleada con la otra. Evidentemente es porque a muchas de mis congéneres no les interesa ni poquito el evento, pero eso tampoco me cabe en la cabeza. Vaya, yo no soy ni remotamente futbolera (y eso que crecí rodeada de 4 hermanos hiper fanáticos del balonpié), pero aprecio el acontecimiento de cada 4 años. Supongo que debo atribuir mi tolerancia a que creo entender el bello espíritu de dicho deporte, y por eso tengo la firme convicción de que la FIFA World Cup es un evento digno de seguir (y más aún si eso implica compartir un ámbito extra con la pareja). No tenemos que enterarnos de liguillas y demás torneillos del estilo, pero el Mundial y la Eurocopa son tan emocionantes que no se necesita saber demasiado del tema para disfrutarlos. Ahora, si para ustedes mujeres anti-soccer, tal deporte representa lo que para mí el fútbol americano, del que no entiendo nada, ni sé de equipos, me parece aburridísimo y eterno, y del que no me interesa aprender, entonces las apoyo y organícense maratones de Grey's Anatomy o la serie de su preferencia con sus compañeras de dolor. Yo sí voy a ver el Mundial.

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A propósito de cine




Como me imagino que les pasa a la mayoría de ustedes (señoras con hijos), desde que soy madre son contadas las veces en las que voy al cine. Sin embargo, de cuando en cuando se presentan ocasiones en que dan una cinta que ya sea mi marido, yo, o ambos, no podemos esperar a ver en DVD, y entonces hacemos todo lo necesario para lograr estar sentaditos en las butacas por lo menos 20 minutos antes de que empiece a girar el celuloide.
Para mí, Sex and the city 2 representaría uno de esos acontecimientos de tremenda urgencia. Aunque al 95% de las mujeres que conozco (siendo el 1% detractoras de la serie y el otro 4% nunca se ha dado el tiempo de verla), sí me considero una de las más grandes admiradoras de la misma. Prueba de ello es que tengo las primeras ediciones de cada una de las temporadas (y 2 en el caso de la 6a pues la que sacaron en México traía un final alternativo que la norteamericana no), y que sus cajas están rotas y algunos discos rayados por tanto uso (y por descuido, también hay que decirlo). Inicié en esto que pareciera haberse convertido en un culto a varias de mis amigas más cercanas, y he visto cada capítulo (uno tras otro) al menos 10 veces. Además ya una vez escribí un post acerca de la transformación que considero que he sufrido comparando mi antes con Miranda y mi después con Charlotte.
El resumen es que después de cálculos exhaustivos combinando los horarios de las funciones con los de la escuela de mi hijo (y teniendo clarísimo que mi marido de ninguna manera me acompañaría en fin de semana para esta ocurrencia específica), ya me resigné a que esta vez no me será posible ver en la pantalla grande la película de las que fueran mis heroínas. Sin embargo, siento la imperiosa necesidad de escribir sobre el tema que está en boca de todo el mundo.
Al día siguiente de las proyecciones de SATC 2 para la prensa, la red se llenó de reseñas rebosadas de aversión que han destrozado el filme. Como parte de la fanaticada y aún sin haber visto la secuela, creo entender la raíz de tanta antipatía: la decepción. Porque aunque aún no veo la 2a, salí sintiéndome profundamente desencantada de la 1a versión cinematográfica. Aunque ya me había dado cuenta que desde el inicio los personajes son bastante irreales, incongruentes con su edad y su época y las actuaciones vergonzosamente exageradas, tenía la ilusión de que usaran el filme como una nueva oportunidad para reivindicarlas (específicamente a Carrie). Y no. Se dieron el lujo de ponerla en el papel más abnegado y dependiente de su vida, pero también más fashion y glamorosa que nunca. Lo que más me soprende es que la crítica no se ensañara tanto con la primera versión como con la segunda, si ese fue el primer chasco que nos llevamos las seguidoras de la serie (qué mayor incongruencia podrían haber retratado que la de dos incasables que se casan?). Creo que ya se podían haber imaginado qué esperar de la secuela y que, como en la vida misma, tenemos una de dos: o rechazar el principio y hacer como que las películas nunca existieron, aferrándonos al pasado glorioso de la serie, o bien ir a verla con la mejor disposición de disfrutar lo disfrutable, que entre escenarios y vestuario debe ser mucho. Yo, cuando lo logre, definitivamente la veré con los ojos de alguien que entiende que si bien una serie NUNCA debería ser llevada a la pantalla grande y que por si fuera poco "segundas partes nunca fueron buenas", mi concepto de fan es acompañarlas hasta el final, por más agonizante que éste sea (y que espero, en serio sí sea ya éste de una vez por todas). ¡Ya quiero verla!

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Corre que te alcanzo



Últimamente el reloj me está jugando una mala broma. Es casi como si pudiera ver las manecillas aceleradas dar vueltas completas a la carátula, como en ese recurso cinematográfico que se utiliza para representar el transcurrir de una época...Y yo, corre que corre.
Ahora resulta que los lunes me emocionan. Y esto no tiene tanto que ver con que me he buscado actividades gratas para iniciar la semana, sino más con el hecho de que los siento como una nueva oportunidad de ganarle la carrera al tiempo. ¿Será que esta semana lo lograré?

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Si tienes tele...


La televisión nos proporciona temas sobre los que pensar, pero no nos deja tiempo para hacerlo.
Gilbert Cesbron

Ya casi nunca veo la televisión. Tengo acumulados como 15 capítulos de In treatment en el aparato de grabación digital que ya está al 80% de su capacidad, una temporada de Six feet under, una de Entourage, una de 30 Rock (todas en DVD), y muero por rentar los documentales de The September Issue, Helvetica, Objetified en el Apple TV...pero no tengo tiempo. Si llego a contar con unos minutos de sobra en casa (ja), tomo un libro, o una revista... o checo las redes sociales. En fin, por lo anterior, hace mucho que no veía comerciales. Ayer, al prender la pantalla para poner una película para mi niño, mi atención no pudo evitar ser atrapada por el anuncio de la película de Sex and the city 2 -una cinta que, aunque sé que está 3 veces peor que la primera, no puedo dejar de ver y reseñar.
El caso es que en cuanto terminó el promocional de la película, empezó la publicidad de un líquido para la limpieza de la casa. No voy a entrar en detalles del producto, pero el resumen es el siguiente: un ama de casa joven, guapa, que se nota contemporánea pues, resuelve rápido, de manera eficaz y de buen talante un aprieto en el que el marido "la metió".
Esos 15 segundos de publicidad estuvieron dando vueltas en mi cabeza toda la tarde. No sabía qué era lo que me causaba más conflicto, si que me hubiera identificado con la protagonista del mini drama comercial o que se siga perpetuando la idea machista de que una mujer tiene que saber hacer de todo, hacerlo bien y además de buenas. Entonces, una amiga posteó esto en su Facebook. Mi primera reacción fue: "Claro, 60 años han pasado y nada ha cambiado!". Sin embargo, después de pensarlo con la cabeza fría, creo que la diferencia principal radica en que ahora las que nos dedicamos a nuestro hogar (al 10 o al 100%), lo hacemos porque queremos. La mayoría de las mujeres de los 50's no tuvieron mucha elección. Ahora, eso no quita que para nuestra generación sea aún más difícil que para las del siglo pasado. Al final, a ellas las mentalizaron, canalizaron y prepararon para lo que tendrían que hacer. Nuestro caso es especialmente complicado porque pareciera que sólo nos proyectamos para estudiar y trabajar. Somos prácticamente la primera "camada" de mujeres que salen de las universidades a las oficinas por varios años, para después (o al mismo tiempo), tratar de procurar lo mejor en casa, y eso implica muchas ganas, dedicación, paciencia, frustraciones y sacrificios (tan banales como dejar de ver televisión). Y si no hay ganas, y/o tiempo y disposición, pues siempre se puede comprar comida hecha en la cocina económica de la esquina, por ejemplo. Yo sí prefiero aprender a cocinar y, por qué no, disfrutarlo. Sin embargo, la principal ventaja que tenemos sobre nuestras ancestras no es que tengamos alternativas para resolver lo que no podemos o no queremos hacer, si no que podemos hablar sobre ello. Lo que nos diferencia de nuestras abuelas es que ya no les servimos a todos para luego quedarnos en la cocina lavando platos, que no guardamos bajo llave nuestras recetas, y que hablemos de nuestras inquietudes no está mal visto, sino que hasta es comprendido y apreciado. Así que supongo que algo sí se ha ganado, aunque sigamos sin tiempo de ver cómo nos retratan en televisión, lo cual, creo, no está nada mal.

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