¿No tendrá los 3 pesitos?



El siguiente acto nunca ocurrió tal cual. Sin embargo, representa situaciones que se repiten cientos de veces al día en cualquier ciudad.

1 Interior. Supermercado - DÍA

Tras recorrer la fila única del establecimiento en tan pocos minutos que ni siquiera tuvo oportunidad de hojear una de las malas revistas que se encuentran entre los artículos de impulso, es el turno de nuestra protagonista para pagar. El dependiente pasa rápidamente por el escáner los productos a cobrar, y dice en voz alta el resultado cuenta:

CAJERO
- "Son 153 pesos."

Nuestra heroína saca un billete de 200 pesos de su cartera y lo extiende al empleado del supermercado, al tiempo que busca el boleto del estacionamiento para asegurarse que, esta vez, no se olvidará de sellarlo.

CAJERO
- "¿No tendrá los tres pesitos? Así le doy 50."

La consternación se nota el gesto de la mujer.

VOZ MUJER: OFF

-Sí los traigo, pero si se los doy, no me va a dar cambio para el "cerillo", para el "viene-viene" y para el estacionamiento...

MUJER
- "No, no traigo cambio".

El tendero lanza una mirada de sospecha que deja ver que no creyó la mentira de la señora que tiene enfrente, y con disgusto empieza a contar monedas...

CAJERO
- "Ash... ahí tiene, 47 de vuelto..."

¿Por qué nunca nadie tiene cambio? Mientras una se mueve en un ámbito "ejecutivo" (por llamarlo de alguna manera) pareciera que nunca hace falta. En los restaurantes, estacionamientos y hasta gasolineras se puede pagar con tarjeta. La propina se incluye ahí. Una sale y regresa a su casa sin necesidad de "morralla". No obstante, cuando se trata de andar en tienditas, comprando en puestos de mercados sobre ruedas, e inclusive en las grandes cadenas de supermercados, la necesidad de "suelto", se impone.

Recuerdo no entender por qué mi abuela y mi madre tenían monederos. Me parecía un accesorio por demás inútil y además, horrendo. No llegué a mis clásicos extremismos de jurarme a mí misma nunca usarlo, pero definitivamente no me veía cargando uno.

Bueno, pues les presento mi monedero. Está hecho de arillos de lata de refresco reciclados. Me lo regaló una ex-colaboradora que lo trajo de su país (Argentina). Es cool, hermoso y de lo más práctico. Ahora entiendo a mis ancestras... es tan necesario para alguien como yo, que a su uso se le podría aplicar un slogan de tarjeta de crédito: "No salga sin él". Otra vez: Gracias, Muriel.

Read Comments

1 comentario:

Sofía dijo...

¡Muy bonito tu monedero! ¿Alguna posibilidad de encontrarlo por aquí?