Si tienes tele...
La televisión nos proporciona temas sobre los que pensar, pero no nos deja tiempo para hacerlo.
Gilbert Cesbron
Gilbert Cesbron
El caso es que en cuanto terminó el promocional de la película, empezó la publicidad de un líquido para la limpieza de la casa. No voy a entrar en detalles del producto, pero el resumen es el siguiente: un ama de casa joven, guapa, que se nota contemporánea pues, resuelve rápido, de manera eficaz y de buen talante un aprieto en el que el marido "la metió".
Esos 15 segundos de publicidad estuvieron dando vueltas en mi cabeza toda la tarde. No sabía qué era lo que me causaba más conflicto, si que me hubiera identificado con la protagonista del mini drama comercial o que se siga perpetuando la idea machista de que una mujer tiene que saber hacer de todo, hacerlo bien y además de buenas. Entonces, una amiga posteó esto en su Facebook. Mi primera reacción fue: "Claro, 60 años han pasado y nada ha cambiado!". Sin embargo, después de pensarlo con la cabeza fría, creo que la diferencia principal radica en que ahora las que nos dedicamos a nuestro hogar (al 10 o al 100%), lo hacemos porque queremos. La mayoría de las mujeres de los 50's no tuvieron mucha elección. Ahora, eso no quita que para nuestra generación sea aún más difícil que para las del siglo pasado. Al final, a ellas las mentalizaron, canalizaron y prepararon para lo que tendrían que hacer. Nuestro caso es especialmente complicado porque pareciera que sólo nos proyectamos para estudiar y trabajar. Somos prácticamente la primera "camada" de mujeres que salen de las universidades a las oficinas por varios años, para después (o al mismo tiempo), tratar de procurar lo mejor en casa, y eso implica muchas ganas, dedicación, paciencia, frustraciones y sacrificios (tan banales como dejar de ver televisión). Y si no hay ganas, y/o tiempo y disposición, pues siempre se puede comprar comida hecha en la cocina económica de la esquina, por ejemplo. Yo sí prefiero aprender a cocinar y, por qué no, disfrutarlo. Sin embargo, la principal ventaja que tenemos sobre nuestras ancestras no es que tengamos alternativas para resolver lo que no podemos o no queremos hacer, si no que podemos hablar sobre ello. Lo que nos diferencia de nuestras abuelas es que ya no les servimos a todos para luego quedarnos en la cocina lavando platos, que no guardamos bajo llave nuestras recetas, y que hablemos de nuestras inquietudes no está mal visto, sino que hasta es comprendido y apreciado. Así que supongo que algo sí se ha ganado, aunque sigamos sin tiempo de ver cómo nos retratan en televisión, lo cual, creo, no está nada mal.
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