El síndrome del yo-yo


Otra vez siento que ruedo. Mis "michelines" desbordándose de la cintura del pantalón (porque de la mía ya no hay ni rastro), la papadita hereditaria que ya se parece más a la de un pelícano y los mofletes protagonistas de toda fotografía reciente no me dejan mentir. A dos años y medio del nacimiento de mi niño, ya no puedo culpar al embarazo de mi excedente de peso. Hace exactamente un año estaba igual, y con la perspectiva de las vacaciones en la playa empecé a ir con una nutrióloga. Atendí con regularidad por algunos meses, bajé lo que tenía que bajar, me dejé de cuidar y ahora estoy igual que al principio. Lo que acaban de leer no es algo nuevo, de hecho podría afirmar que es la historia de mi vida. Si bien no tengo duda de que se trata de algún tipo de desorden alimenticio, estoy convencida que más que una nutrióloga necesito terapia psicológica. ¿A quién creo que engaño cuando me empiezo a "portar mal"? Estaba decidida a volver con mi asesora de cabecera pero ya decidí que lo tengo que hacer sola de una vez por todas. Para ello me apoyaré en este blog que les recomiendo muchísimo. Así que para no fallarle al lugar común del lunes, aquí vamos, ¡a empezar la dieta! Y un poco de ejercicio tampoco me vendría mal...

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