Ir al súper en mi nuevo rol (de ama de casa)













A muchas de mis amigas no les gusta ir al súper. Lo ven como algo aburrido, una tarea que prefieren dejar que haga el chofer o quien les ayude en casa. A mí, he de confesarlo, me encanta. En esto sí que me siento como pez en el agua. Siempre, desde que vivía sola e iba únicamente a comprar unas cuantas cosas, gozaba el momento. Disfruto hacerlo tomándome mi tiempo, recorriendo cada pasillo para asegurarme que no me hace falta nada de ahí y que, si hay un producto nuevo, seguramente lo veré. También me gustaba ver qué llevaban otras personas en su carrito y a partir de eso, hacerme una idea de su estilo de vida. Pero la verdad es que ni los tiempos de crisis, ni esta nueva etapa de mi vida, me permiten realizar las compras como solía hacerlo antes. Hoy mientras estaba en el supermercado me di cuenta que resurtir la alacena se ha vuelto todo un ejercicio mental bastante entretenido. Empieza desde antes de salir de la casa, al hacer la lista y recordar llevar las bolsas ecológicas, y termina hasta el momento de no olvidar sellar el boletito del estacionamiento y tener a la mano cambio para pagar el mismo y dar propina al empacador y al "viene viene". Ya en el súper, voy sumando los precios de lo que llevo, al tiempo que repanso mentalmente la lista que hice en mi teléfono ultra high tech, la cual veo sólo una vez al entrar y otra vez al salir del lugar. (Esto me distingue de las demás señoras que no son tecnologizadas y que llevan su papelito arrugado en la mano). Entre más rápido pueda hacer todo lo anterior, mejor. Así tengo más tiempo para hacer otras cosas fuera de ahí. Aunque parezca tonto, hay que tener en cuenta el orden en que se encuentran distribuídas las cosas en el local para no tener que regresar a la primera estantería cuando uno ya se dirigía a la caja (para eso también está buenísima la aplicación de mi teléfono). Llevo la cuenta mental aproximada de cada artículo que meto al carrito: Frambuesas, 30 pesos, papaya, 21 pesos… llevo 51. Unos pañales, 149… ya son 200. No lo hago de manera exacta, voy redondeando, pero así la sorpresa de la cuenta total no es tan grande y también puedo detectar fácilmente lo que estoy llevando por puro capricho. Hay artículos que son imprescindibles, hay que comprarlos cuesten lo que cuesten, pero otros que en realidad me estaba llevando sólo porque se me atravesaron en el camino y me gustaron. Supongo que de esto se trata ser ama de casa eficiente y ahorradora. Nunca pensé que lo haría y la verdad, esta tarea no me disgusta. Lo único que me falta es cambiar de cadena de supermercado según el día de la semana, para ir aprovechando las ofertas. No sé si lo haga algún día, ya se me hace demasiado. Bueno, eso y verme súper glam como algunas señoras que yo me pregunto, ¿a qué hora se fueron a peinar al salón y en dónde dejaron a sus hijos? Yo no me arreglo como de boda para ir a hacer "el mandado" y mi niño, a su escaso año de edad, ya me está haciendo berrinches porque quiere que le compre algo que vio, haciéndome blanco de las miradas prejuiciosas de los que se encuentran cerca. Así que creo que nunca me veré como una diva en este lugar, pero eso no quita que me guste visitarlo.

Read Comments

No hay comentarios: