Yo quería un Mini Cooper



Me gusta pensar que mi vehículo es un Jeep y no una camioneta de señora, pero la verdad es que tiene más de mamá van que de furgón para emprender una aventura todoterreno. En apariencia es bastante relajada, vaya, no es una de estas de tres hileras para nueve pasajeros; pero todo es asomarse un poquito para darse cuenta que esas cuatro ruedas transportan a una madre de familia y todo lo que la misma lleva a cuestas.

Yo no quería una SUV, yo soñaba con uno de esos coches que son tan chiquitos que llevan el adjetivo en el nombre. Uno de esos automóviles que hacen ver joven a cualquiera que lo conduzca. Desde que supe de la existencia de esas monadas me puse como meta poseer uno algún día, y estuve a punto de adquirirlo, pues en ese entonces yo aún no tenía a mi hijo. Lo que me hizo reconsiderar la compra fue el hecho de que, para llegar y regresar de la oficina, debía tomar escabrosas rutas que se tornan aún más ásperas en la temporada de lluvias. En el peor de los escenarios (mi integridad física aparte), mi carro miniatura ultradiseñado se vería muy poco cool arrastrado camino abajo por la corriente o enclavado en un bache.
Fue entonces que mi vista saltó al otro extremo de las escala de coches, y acabé comprando una camioneta. Ahora me alegro muchísimo de haber tomado esa decisión, pues a los pocos meses estaba embarazada y no sé en dónde hubiera metido la carriola, la silla del bebé, mi bolsa, la pañalera, las bolsas del súper y eventualmente a uno que otro pasajero. Y luego mi marido me pregunta que por qué en el piso de mi coche se pueden encontrar todo tipo de objetos, que van desde un caramelo chupado y derretido por el sol, hasta cáscaras de pistache, envolturas de lo que sea y papelitos varios. Es en verdad de no creerse que alguien que, como yo, padece la obsesión de andar limpiando y levantando todo a su paso, sea la dueña de una camioneta de vestiduras pringosas. Sin embargo, la explicación es muy sencilla: no me da tiempo de llevarlo a lavar y aspirar cada tercer día y mi coche es el auto "familiar', el que se usa para todo, al que se sube todo el mundo, en pocas palabras, el de batalla. Además, en este momento mi prioridad ya no es manejar un objeto de deseo. Ya me resigné a que tendré un minúsculo deportivo cuando mi(s) hijo(s) ya no necesiten ni sillas ni carriolas. Por lo pronto ahí está el coche de mi esposo, en el que siempre podemos contar para sentirnos otra vez jóvenes, solteros y compactos.

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