Educando a Raquel





Una casa implica mucho más trabajo que un departamento. Si bien antes todo marchaba bien en mi pisito con el apoyo de Margarita un par de veces a la semana, en la casa nueva de inmediato se hizo necesario alguien que estuviera ahí todo el tiempo para hacer aquello (que es mucho) que yo no puedo hacer.
Hay quien cree que tener servicio doméstico de planta equivale a poder irse todo el día al salón de belleza o al gimnasio. Sin embargo, cuando se es el chofer, comprador personal, trainer, cheff, valet, publirelacionista y prestadora de demás servicios de lujo de un "rockstar" de 2 años, la verdad es que queda poco tiempo para una. Si a eso le agregamos que es imposible partirse en dos para estar cuando viene el camión de la basura, los del agua embotellada, los del gas, bla, bla, bla, o que una o trabaja por las mañanas o se pone a medio limpiar toda la casa, entenderemos lo necesario que es un par de manos extra siempre cerca.
Por lo anterior llegó Raquel a ayudarme. Al principio le di instrucciones generales, pero con el paso de los días me di cuenta que su conceptos de "sacudir" o "acomodar algo" no son los mismos que los míos. Después de poco más de dos semanas de revisar su trabajo, he pasado por varios estados de ánimo: negación, ira, depresión. Ahora estoy en la de la negociación (o en este caso de capacitación), pues no quiero llegar a la resignación y tener que despedirla.
Así que ahora ando toda la mañana con productos de limpieza en mano enseñándole cómo se hacen las cosas en esta casa. Debo decir que es pesadísimo, pero quiero pensar que, si todo sale bien, en un par de semanas más no tendré que estar dando estos cursos intensivos y podré intentar (una vez más) tomar las riendas de mi vida.

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