Yo no olvido al año viejo



Ahora sí, estamos a punto de que se termine el 2009. El hecho de hacer un conteo que culmina con el comienzo del año nuevo, me recuerda la tradición de comer las doce uvas con las últimas campanadas del día 31 de diciembre. No he conocido a nadie capaz de pasarse esa cantidad de dicha fruta (con o sin semilla) antes de que ya sea momento de dar el abrazo. Si lo analizamos un poco, es bastante arriesgado, y pareciera la prueba final para llegar con vida a la nueva etapa.
Como sea, se acerca el momento de despedir este ciclo que, para muchos (y me incluyo), ha sido muy complicado. No conozco a nadie que considere que el 2009 fue un buen año. Cuando escucho que alguien dice "Ay, ya que se acabe el año por favor", pienso en que es un poco injusto culpar a un periodo orbital de nuestras infelicidades. Cosas malas pasan siempre, entre diciembres, o de lunes a viernes, en un lapso de 24 horas, o de un minuto a otro. Que estos últimos 12 meses han sido rudos, ni hablar. Sin embargo, siempre que un año agoniza me acuerdo de la letra de la canción de Crescencio Salcedo que interpretara Tony Camargo allá por los años 50, El año viejo. Debe ser la nostalgia al recordar las fiestas familiares de noche vieja de mi infancia, pero el mensaje de dicha melodía me quedó muy grabado: mejor que reprochar lo que haya sucedido, hay que ver lo bueno que los 365 días anteriores nos están dejando, para así recibir con la mejor de las actitudes al año que comienza. Y si de plano se impone un acto catártico, siempre se puede realizar un ritual para "deshacernos" del pasado. Le queda una semana, pronto pasará a mejor vida, y nunca hay que hablar mal de los muertos. Rindámosle honores al último año de la primera década del nuevo siglo. ¡Feliz año viejo!

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