Ayer no me bañé


No fue porque no quisiera, sino porque se descompuso mi calentador. Y sin agua caliente, simplemente no puedo. Es algo mayor a mis fuerzas. Bueno, lo haría si no me quedara opción, pero ayer no tenía que ir a ningún lado, así que no expuse a nadie a mi sacrilegio.
Cuando vivía sola, varias veces me olvidé de pagar el gas, y antes de ir a la oficina tuve que tomar regaderazos gélidos. De esos que uno tirita hasta 10 minutos después de cerrarle a la llave. Creo que es desde ahí que empezó mi fobia a las duchas con agua helada. Porque no es simplemente que no esté caliente. No. Si no pasa por el "boiler", el agua sale como si fuera de hielo derretido y es una tortura digna de la Inquisición.
El simple hecho de pensarlo hace que me den ganas de llorar. Pero esta vez, gracias a que no tenía que salir de casa, me salvé. Todo empezó el lunes, cuando me metí a bañar. El agua no salió precisamente fría, pero tampoco caliente. A mi marido le tocó ya francamente glacial. (Qué bueno que siempre me baño antes que él, jeje). Como no podía ser falta de gas, pues nuestro calentador es eléctrico, revisamos el mismo y nos dimos cuenta que la clavija se había quemado. Llamamos al conserje, el cual vino a las ONCE DE LA NOCHE y dijo que necesitaba una pieza para repararlo, por lo cual tendría que regresar al día siguiente. Pero como por supuesto nunca tuvo la intención de venir a las 7 de la mañana, mi esposo se tuvo que bañar "a jicarazos" y yo de plano me abstuve, con la esperanza de que podría usar la regadera en cuanto arreglaran el aparato. Sin embargo, el confiable pero trasnochado conserje regresó veinticuatro horas después de su primera visita. Y fue por eso que ayer tuve que prescindir de mi chapuzón diario. Mi hijo no sufrió el desperfecto en absoluto. Como su tinita se llena con poca agua, fue fácil calentarla en la estufa.
Bueno, pues ahí está, la confesión. Creí que me costaría más trabajo, pero al menos ya dejé claro que no fue por elección... A cualquiera le puede pasar, ¿no?

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1 comentario:

Rodrigo dijo...

Sin duda uno se identifica con dicho artículo. Suele pasar que se acaba el gas, o algún imperfecto técnico se presenta. Yo estuve bañándome con agua fría gran parte del verano pasado, pero confieso que era todavía agradable. En octubre la temperatura cayó demasiado, y fue cuando por fin me animé a intentar jugar con el boiler para arreglarlo. Después de dos semanas (uno luego no tiene tiempo al llegar del trabajo de hacer eso), encontré que la llave de paso estaba muy abierta, y de alguna forma el boiler no alcanzaba a calentar tanta agua y por eso salía medio fría. La ventaja al final que siempre tuve es que no soy muy friolento por un lado, y por otro que formo parte de un club deportivo donde puedo siempre ducharme. Sí que estuvieron bien desquitados mis 5 euros mensuales del club!